La guerra del Pacífico, también denominada guerra del Salitre, fue un conflicto armado acontecido entre 1879 y 1883 que enfrentó a Chile contra los aliados Bolivia y Perú. La guerra se desarrolló en el océano Pacífico, en el desierto de Atacama y en las serranías y valles peruanos.
En febrero de 1878, Bolivia estableció un nuevo impuesto a la empresa chilena Compañía del salitres y Ferrocarril de Antofagasta (CSFA), en violación del tratado de limites de 1874 que prohibía nuevos impuestos o el aumento de estos. Chile protestó y solicitó someter el pleito a un arbitraje, pero el Gobierno boliviano, presidido por Hilarión Daza, consideraba el asunto como interno y sujeto a la jurisdicción de las cortes bolivianas. Chile insistió y advirtió al Gobierno boliviano que Chile no se consideraría ligado al tratado limítrofe de 1874 si Bolivia no suspendía el impuesto. Por el contrario, el Gobierno boliviano rescindió la licencia a la compañía chilena, embargó sus bienes y los puso a remate. El día del remate, el 14 de febrero de 1879, las fuerzas militares chilenas ocuparon la población boliviana de Antofagasta sin resistencia, una ciudad mayoritariamente habitada por chilenos, y avanzaron en pocos días hasta el paralelo 23°S. La zona entre el río Loa y el paralelo 23°S permaneció bajo soberanía boliviana.
El Perú, que había firmado con Bolivia un Tratado de alianza defensiva de carácter secreto, ordenó preparar sus fuerzas militares y simultáneamente envió un diplomático a Chile para mediar. Ante el avance chileno en territorio disputado, el 1 de marzo, Bolivia se declaró en estado de guerra contra Chile. Cuando Perú se negó a permanecer neutral, Chile declaró la guerra a ambos aliados el 5 de abril de 1879. El 6 de abril, el Perú declaró el causus foedoris, es decir, la entrada en vigor de la alianza secreta con Bolivia.
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En febrero de 1878, Bolivia estableció un nuevo impuesto a la empresa chilena Compañía de Salitres y Ferrocarril de Antofagasta (CSFA), en violación del tratado de límites de 1874 que prohibía nuevos impuestos o el aumento de estos. Chile protestó y solicitó someter el pleito a un arbitraje, pero el Gobierno boliviano, presidido por Hilarión Daza, consideraba el asunto como interno y sujeto a la jurisdicción de las cortes bolivianas. Chile insistió y advirtió al Gobierno boliviano que Chile no se consideraría ligado al tratado limítrofe de 1874 si Bolivia no suspendía el impuesto.
Es opinión entre los historiadores neutrales que ninguno de los beligerantes estaba preparado para la guerra, ni financiera ni militarmente. Ningún país tenía un estado mayor, ni suficientes ambulancias, ni servicio de abastecimiento. Sus naves de guerra se encontraban en pésimo estado. En el caso de Chile, por ejemplo, la dotación militar efectiva había sido reducida continuamente de 3776 a 2400 soldados desde 1867 a 1879. y ninguna de las unidades estaba estacionada al norte de Valparaso a más de 1700 km de Iquique y significaban solo el 0,1 % de la población. En la armada de Chile al final de la guerra, el 53 % de los primeros ingenieros, el 20 % de los segundos ingenieros y el 8 % de los aprendices eran extranjeros. El gobierno del Perú había cesado el pago de la deuda externa y en Bolivia había epidemias y hambre.Según W. Sater, Chile y Perú llegaron a enlistar temporalmente al 2 % de su población masculina y Bolivia solo el 1 %. Se debe considerar que ambos ejércitos aliados profesionales del comienzo de la guerra fueron desbandados tras la batalla de Tacna y debieron ser reagrupados o formados nuevamente.
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El 18 de octubre de 1883, Chile reconoció oficialmente al gobierno de Iglesias sobre Perú y el 20 de octubre se firmó el Tratado de Ancón, que posteriormente fue aprobado por la Asamblea Constituyente del Perú. Este acuerdo estableció, entre otras cosas, la cesión definitiva de la región de Tarapacá a Chile y la ocupación de las provincias de Arica y Tacna por un lapso de 10 años, al cabo del cual un plebiscito decidiría si quedaban bajo soberanía de Chile, o si volvían al Perú. El 23 de octubre Lynch se retiró de Lima que fue ocupada por las fuerzas de Miguel Iglesias, para asumir el gobierno del Perú. El 4 de agosto de 1884 las últimas fuerzas expedicionarias chilenas abandonaron el puerto del Callao y el resto de los territorios ocupados al norte de la línea del río Sama.
La base de la resistencia de Cáceres, que había sido hasta entonces la rebelión de campesinos e indígenas contra los chilenos, había cambiado y las montoneras luchaban ahora contra "los blancos", chilenos o peruanos. En junio de 1884 Cáceres aceptó el Tratado de Ancón, como un «hecho consumado».
Florencia Mallon considera que las verdaderas razones de Cáceres eran que:
Mucho antes que la guerra civil terminara, Cáceres se convenció que para construir una alianza que lo llevara al palacio presidencial, el tenía que aunar fuerzas con los hacendados como clase, incluidos aquellos que habían trabajado con los chilenos. La única manera de hacerlo era dando a los hacendados lo que ellos pedían y reprimir a las guerrillas que habían hecho posible la campaña de la Breña.
Después de la guerra, las diferencias entre Cáceres e Iglesias dieron origen a una guerra civil entre los partidarios de ambos líderes, que finalizó luego de varias acciones militares en 1885 con el triunfo del primero.
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La guerra del Pacífico tuvo una serie de consecuencias económicas, políticas, territoriales y sociales entre los beligerantes. Hubo cesiones de territorio definitivo y temporalmente, la pérdida o el acceso de nuevos recursos naturales, cierto grado de resentimiento en los países vencidos, y además provocó una serie de disputas y reclamaciones futuras entre los involucrados que serían resueltos con nuevos acuerdos internacionales.
Chile, tras su victoria, tomó posesión no solo de una importante extensión territorial, sino también de enormes depósitos salitreros, guaneros y cupríferos que beneficiaron ampliamente la construcción de nuevas obras públicas, como puertos y ferrocarriles y obras sociales que modernizaron el país, así como también sirvieron para potenciar las fuerzas armadas, convirtiéndose en una de las más fuertes del continente. Por otra parte, Chile también con la victoria en la guerra aumentó su influencia política en la región y que se vio posteriormente reflejada en algunos sucesos como la crisis de Panamá en 1885 con una demostración de poder. Durante los siguientes años, Chile tendría que hacer frente a una serie de disputas con Bolivia y Perú, pero también con Argentina.
El salitre fue la principal fuente de riqueza de Chile hasta el descubrimiento del salitre sintético por los alemanes, durante la Primera Guerra Mundial, y la Gran Depresión en 1930 que pondría fin al auge salitrero.
Para Perú la guerra, además de la pérdida de territorio y sus valiosos recursos naturales, significó la destrucción de parte de su infraestructura y la ruína de su economía en muchos aspectos. El período posterior es conocido como la Reconstrucción Nacional durante el cual se realizaron trabajos de recuperación, pero también cambios políticos y sociales. También el país debió pasar por grandes divisiones sociales producto de la guerra, por un lado estaban los campesinos indígenas de la Sierra, y por el otro, los terratenientes. Las autoridades peruanas de turno debieron someter a esos campesinos para evitar una rebelión generalizada.
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Los tres beligerantes adhirieron a la Convención internacional de la Cruz Roja que protegía a heridos, prisioneros, refugiados, civiles y otros no combatientes.
Al comienzo de la guerra 30 000 chilenos fueron expulsados de Perú y Bolivia y sus propiedades confiscadas; la mayoría de ellos terminaron en puertos, botes y pontones peruanos a la espera de alguna oportunidad de ser transportados a Chile en barco. Se estima que 7000 de ellos se enlistaron en los batallones chilenos que salían hacia el norte y su resentimiento tendría un impacto sobre la guerra. En Chile, los ciudadanos peruanos y bolivianos no fueron expulsados.
Los tres ejércitos beligerantes son acusados de cometer saqueos, peruanos y chilenos se acusan mutuamente de haber rematado tras los combates a soldados enemigos heridos. El historiador peruano Hugo Pereyra Plasencia opina que:
Hay que tener muy claro que el conflicto no fue un enfrentamiento entre demonios y ángeles, sino (lo que es muy diferente) entre invasores e invadidos. Los excesos ocurrieron en ambos bandos. Las atrocidades cometidas por las fuerzas chilenas, además de haber sido objetivamente más numerosas, tenían su origen y fisonomía en una guerra de agresión y de invasión, lo que sin duda las hacía pasibles de una condena más contundente. No obstante, las mujeres muertas durante el exterminio de la guarnición chilena de Concepción, en julio de 1882, hacen recordar que no hay guerra que no sea cruel ni inhumana, por más explicaciones que se den a los hechos.
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Los saqueos y las contribuciones de guerra durante el conflicto han sido olvidados en Chile pero son fuente de resentimiento en Perú. El historiador chileno Milton Godoy Orellana distingue cuatro casos: 1) saqueos en Chorrillos y Miraflores 2) saqueos en Lima cometidos por peruanos antes de la entrada de las tropas chilenas a la ciudad 3) confiscación de locomotoras, rieles, imprentas, armas, etc, realizada por el ejército ocupante. Estas expropiaciones estaban permitidas por las leyes de guerra del siglo xix. El gobierno chileno las dirigía a través de la "Oficina Recaudadora de las Contribuciones de Guerra" cuyas tareas eran hacer inventario, confiscar, registrar y confirmar el envío a Chile tanto como el destinatario y el remitente. El propósito de la confiscación era obtener la paz. No existe una lista general de los bienes confiscados, pero muchos de los envíos quedaron registrados en cartas oficiales y privadas, artículos en periódicos, listas de cargas navieras, etc. 4) la requisición de bienes culturales peruanos. El desarrollo de las normas internacionales relacionadas con la protección de los objetos de gran valor cultural se desarrolló en los siglos xviii y xix, pero la idea de proteger los bienes culturales surgió en Europa en el siglo xviii.
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